Cuesta un horror hallar en América
Latina un chaval prometedor que esté libre, sin agente. Por eso, se paga
mensualmente a periodistas para que, desde sus países, faciliten listas
de los mejores jugadores menores de 20 años que vayan viendo. Meneses
detecta que se abonan hasta 500 dólares por un teléfono directo de los
niños. “Los de las escuelas de fútbol, desde que están en campeonatos,
ya tienen algo firmado”, constata el autor en Barcelona. Por ello, cada
vez el marcaje es más estrecho: a los 16 años, “quien no ha triunfado ya
está más bien cerca de la vejez”, escribe. Ahora, se les pilla a los 10
años, como el mexicano Giovanni Riera, ofrecido al Barça a esa edad; o
Nelson, chileno sacado de un semáforo, y con 14 años y debiendo vivir
solo, vendido al Brescia por 300.000 dólares. Por 200, uno puede
quedarse hoy con los derechos de menores de 12 años; serán 700 o 1.000
dólares si el chaval está ya federado. Los precios se multiplican por
cinco si tiene entre 13 y 14. En Europa, uno de 12 años que destaque no
se vende por menos de 5.000 dólares. La compra será regateada bajo el formato de una invitación o como intercambio de clubs.
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