Motricidad y maduración
El niño
desde su formación tiene una evolución coherente y ordenada en el esquema
corporal y forma de su organismo. Es así como existe un aumento en la
estructura del cuerpo por la multiplicación de las células, lo cual produce una
maduración progresiva.
La
maduración es un aspecto del desarrollo; sirve para designar específicamente
los cambios cualitativos que facilitan el progreso a un alto nivel de
funcionamiento. Es innata, pues está genéticamente determinada, y es resistente
a las influencias externas del ambiente. Por tanto, aparece al margen de toda
enseñanza y se caracteriza por un orden de progresión. Bee (1978) dice que la
maduración se refiere a aquellos patrones internos de cambios; de igual forma
para Gesell (1946). La maduración es un proceso interno por el cual el
individuo alcanza su desarrollo completo.
La maduración aparece al margen de toda
enseñanza y se caracteriza por un orden de progresión. La maduración del
movimiento ocurre de acuerdo con los siguientes principios:
- El principio de la Ley Céfalocaudal se refiere al desarrollo gradual del movimiento muscular de la cabeza a los pies. Está presente en la fase prenatal, fetal y más tarde en el desarrollo postnatal. En el desarrollo del feto, por ejemplo, se forma primero la cabeza, y los brazos antes que las piernas; el nuevo ser ejecuta el movimiento de la cabeza, seguido por el de la espalda, los brazos y luego las piernas. Los niños exhiben una secuencia del control muscular de la cabeza, cuello, tronco; antes que el control de las piernas. Los preescolares exhiben un control pobre de las extremidades porque tienen un desarrollo céfalocaudal incompleto. Este mismo esquema del desarrollo y la integración continúa hasta adquirir la madurez total del movimiento.
- Un segundo principio es el de la ley Próximodistal, esto se refiere a la progresión del control muscular del centro del cuerpo hacia las distintas partes. El niño controla primero los músculos del tronco y la espalda y luego los de las muñecas, manos y dedos. El control consciente de los actos motores está relacionado con aspectos maduracionales y físicos.
El control de todos los movimientos
del cuerpo radica en el cerebro y se ejerce por medio de los ojos, oídos, la
piel, los músculos y las articulaciones.
Desde el punto de vista
biológico, el movimiento produce aceleración en las funciones vitales, lo que
trae como consecuencia una sucesión de beneficios en el organismo como mejor
oxigenación de los pulmones, respiración correcta, circulación normal, etc.
Desde el punto de vista neuromuscular, contribuye al perfeccionamiento del ritmo y
la coordinación motriz. El movimiento, además, desarrolla y fortifica la musculatura,
previendo deformaciones futuras; asegura fuerza, flexibilidad, velocidad;
procura una postura correcta y el desarrollo armónico del cuerpo.
Las formas de movimiento
más coordinadas, necesarias para la locomoción, surgen inicialmente de las formas
reflejas o inmaduras.
En condiciones ideales, a
partir del movimiento grueso, indiferenciado e incoordinado surgen formas de movimiento
eficiente y perfectamente coordinadas. Junto con el desarrollo del control del
cuerpo en el sentido céfalocaudal y de dentro hacia afuera, el individuo
adquiere el control primero de los grandes músculos del cuerpo, y después, de
los pequeños.
Otro
principio por tomar en cuenta es el secuencial, el cual implica que el niño
aprende progresivamente los diferentes patrones de movimiento: gatear, caminar,
correr, saltar, brincar, los que son adquiridos en un determinado orden y como
producto de cambios fisiológicos internos. También es necesario considerar el
fenómeno de la sobreposición, por medio del cual, el niño puede practicar
simultáneamente diferentes patrones de movimiento y el de la disociación que
capacita al niño para discriminar los diferentes patrones.
Muchas de
las habilidades rudimentarias y de las fundamentales del movimiento o patrones
básicos del infante son considerados filogenéticos, es decir, aparecen
espontáneamente y con una secuencia predecible a través de la maduración del
niño. Las destrezas filogenéticas son resistentes a la influencia externa del
ambiente. Habilidades manipulativas rudimentarias, como
alcanzar, agarrar, saltar; o tareas de estabilidad como control de los músculos
gruesos del cuerpo, son ejemplos de destrezas filogenéticas, así como
habilidades fundamentales de caminar, correr, saltar, brincar, etc.
Por otra
parte, las
conductas ontogenéticas dependen del aprendizaje, y de las
oportunidades del medio. Nadar y patinar son ejemplos de conductas
ontogenéticas porque no aparecen automáticamente y requieren períodos de
práctica y experiencia que son influencias de la cultura.
El ritmo de crecimiento,
independientemente de cualquiera que sea el ritmo de desarrollo, es el orden de
sucesión de los elementos nuevos, y es siempre el mismo. El ritmo de
crecimiento tiene
patrones característicos universales para todos los niños, se
resiste a cambios externos.
El control muscular es el producto de dos
factores; maduración y práctica. Existen ciertos patrones de conducta cuya
aparición se debe esencialmente a la maduración; sin embargo, al principio, el
patrón particular, no es tan adecuado como después de tenerse alguna práctica.
Por lo tanto, se le debe dar oportunidad al niño para que practique los
movimientos. Una de las grandes necesidades del niño, es la de practicar las
habilidades motrices en el período oportuno, pues así estimulará adecuadamente
su proceso de maduración. Un
entrenamiento especial puede no tener influencias en la cantidad o el ritmo
del aprendizaje de destrezas motrices, pero puede tener un efecto en la calidad
de la ejecución de destrezas específicas. Por consiguiente, la futura
actitud del niño ante el aprendizaje en el área intelectual y deportiva depende
de esas experiencias que lo han estimulado o inhibido en el período inicial de
su existencia. Cada niño es un ser único con su propia guía de
crecimiento y desarrollo; es una combinación de la herencia y las influencias
del ambiente. Aunque las secuencias de las características de estos dos
aspectos son predecibles, el ritmo en que operan es variable. Se entiende por
crecimiento el aumento de tamaño del cuerpo (aumento progresivo de un organismo
y de sus partes); por desarrollo, los cambios que el ser humano sufre a lo
largo de su existencia lo que implica la maduración del organismo, de sus
estructuras y el crecimiento corporal, así como el influjo del ambiente (Ruiz,
1987).
La instrucción debe adaptarse al nivel de
desarrollo de cada cual, por lo que la dificultad de las actividades motrices
debe ser proporcional al nivel de madurez de cada individuo; de esta forma se
adecúa el progreso del aprendizaje y se disminuye la posibilidad de que se
establezcan coordinaciones motrices incorrectas. Pero debe tenerse en cuenta
que tan indeseable es someter al niño a aprendizajes muy complicados para su
nivel de desarrollo motor como limitar aquellas que ya domina bien. La “edad
promedio” o “norma” de la adquisición es solo un indicador, una aproximación
del desarrollo del niño.
Ma.del Rocío Arce Villalobos
Ma. del Rocío Cordero Álvarez