Por tratarse del deporte más popular y que más ídolos
produce, el fútbol base sufre un problema que sólo admite soluciones desde su
raíz. Paradoja: la irresponsabilidad de muchos padres, su afán por intentar que
su hijo llegue algún día a la élite, les convierte en los grandes enemigos de
los niños. Este grupo de «espectadores» no solo contradice las órdenes del
técnico desde el otro lado del campo, sino que algunos llegan al extremo de
considerar que su hijo sufre alguna extraña persecución que le impedirá llegar
a lo más alto. El asunto no es ninguna frivolidad. Muchos niños son convertidos
en proyectos de estrellas del fútbol por sus propios padres, con la carga de
esclavitud emocional que ello conlleva. Son progenitores que creen tener a un
«Messi» en casa, cuando en realidad sólo se trata de niño en edad de
aprendizaje. Un buen futbolista en muchos casos, sí, pero nada más. No admiten
que, como él, hay 200.000. «El problema está en que el papá o la mamá proyecta
sobre el niño algunas de sus frustraciones. Y actúan sin caer en la cuenta de
que la excesiva presión produce un bloqueo emocional en el niño. La mayoría de
estos NIÑOS llegarán a los 16 años con la ilusión mermada, cansados de jugar
para destacar y ganar y no para divertirse con su deporte favorito», explica
una psicóloga clínica infanto-juvenil.
Cualquier psicólogo da rápidamente el diagnóstico de este
perfil de padres tóxicos: «Frustración no resuelta». El problema es que los NIÑOS son
material inflamable, muy sensibles a aprender lo que ven en casa. Si la escala
de valores no está perfectamente construida, con la educación y el respeto en
la cúspide, algo se está haciendo mal.
Muy buena información gracias.
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