Los aspectos señalados en la sección anterior, ayudarán al
entrenador a actuar con mayor eficacia antes, durante y después de los
partidos. Además, es conveniente que considere las recomendaciones que se
comentan a continuación.
Actuación Antes de la Competición
Antes del partido, el
entrenador debe preparar la actuación del equipo en ese
partido, especificando
los objetivos del partido, los planes de actuación del equipo, las dificultades
más probables que podrían entorpecer el rendimiento del equipo, y los planes a
utilizar en el caso de presentarse tales dificultades.
En la misma línea, debe preparar su propia actuación en el
partido, decidiendo cuáles deben ser sus objetivos de dirección del partido,
sus planes atencionales (a qué situaciones concretas debe atender
prioritariamente), las dificultades más probables que podrían entorpecer su rendimiento
dirigiendo el partido, y los planes a utilizar en caso de presentarse tales
dificultades.
Dependiendo de la trascendencia del partido, el entrenador puede
dedicar más o menos sesiones de entrenamiento a su preparación específica durante los entrenamientos. No obstante, en líneas generales es
apropiado que al finalizar la última sesión antes del partido, reúna a los
jugadores para explicarles como afrontará el equipo ese partido. Esta reunión
debe servir para que los jugadores sepan qué es lo que se espera de ellos en el
partido, debiéndose centrar su atención en lo que tienen que hacer y no en el
resultado.
•Así, será apropiado que el entrenador señale las conductas
concretas más prioritarias que deberán hacer los jugadores en ese partido. Y no
lo será que haga comentarios como "hay que ganar este partido",
"hay que salir a ganar", etc. Cuanto más concretas sean las conductas
que indique el entrenador, mejor preparados estarán los jugadores.
Como el entrenador habrá previsto las dificultades que el equipo
podría encontrarse en el partido, esta reunión puede ser el momento para
anticipar estas dificultades a los jugadores, especificando, posteriormente, la
forma en la que deberán afrontarse en caso de presentarse.
Preparar al equipo ante
las dificultades que el entrenador considere probables, ayuda a que cuando
éstas se presenten no sean una sorpresa, sino algo que se esperaba, y favorece
que, llegado el momento, los jugadores sepan que tienen un plan y funcionen con
mayor eficacia.
En el vestuario, antes del partido, la reunión con los jugadores
debe ser breve, pues en este momento su capacidad atencional es muy limitada.
Aquí, el entrenador puede repasar los planes más importantes del
partido, señalando las conductas más prioritarias que los jugadores deban
realizar. Sin embargo es un error querer repasar todo el partido, decir muchas
cosas "para que nada quede suelto".
Si el entrenador da demasiada información, los jugadores no la
asimilarán. Por tanto, debe seleccionar aquellos aspectos que considere más
importantes para centrar la atención de los jugadores y que éstos salgan al
campo percibiendo que controlan los aspectos clave del partido.
El entrenador debe dar pocas instrucciones y muy precisas, siempre
centradas en las conductas de los jugadores (es decir, en lo que tienen que
hacer). Debe hablar con claridad, con frases cortas, sin largas explicaciones
ni comentarios que no vayan "al grano".
Así mismo, debe transmitir tranquilidad a sus jugadores
mostrándose él tranquilo. Y para aliviar la presión de los jugadores por ganar,
puede utilizar frases como "durante el partido olvidaros del resultado y
centraros en lo que tenéis que hacer; lo importante es que cada uno haga lo que
tiene que hacer y se esfuerce al máximo pase lo que pase con el resultado".
Si el entrenador consigue, al menos en parte, que sus jugadores
jóvenes aparten la atención del resultado del partido y se centren en lo que
depende de ellos (las conductas concretas que deben realizar), contribuirá a que
su rendimiento sea mucho mejor.
Durante el partido, el entrenador debe distinguir entre los periodos de participación activa y los periodos de pausa. Los primeros son los momentos en los que el partido se está jugando, y los segundos aquellos otros en los que el partido está parado (interrupciones del juego, descanso del partido, cambios en fútbol,tiempos muertos en fútbol-sala, etc.).
En los periodos de participación activa los jugadores deben estar
muy concentrados en el juego, y por tanto lo importante es "dejarlos
jugar"'. Si el entrenador les da instrucciones durante estos periodos, es
muy probable que éstas interfieran con la atención que el jugador necesita para
rendir en el juego en ese momento, sobre todo cuando los comentarios del
entrenador se refieren a aspectos diferentes a los que están presentes en el
campo (por ejemplo: un entrenador que se está refiriendo a algo que ha sucedido
anteriormente defendiendo un córner, mientras los jugadores están tocando el
balón para crear una jugada de ataque).
En general, no es conveniente que el entrenador se dirija a los jugadores durante los periodos de
participación activa cuando éstos dominan bien las conductas que deben
realizar.
Sin embargo, cuando se trabaja con jugadores jóvenes y los
partidos se quieren aprovechar para consolidar conductas que se están
trabajando en los entrenamientos, estos periodos pueden utilizarse para:
- instigar conductas poco consolidadas cuando se presenten los estímulos apropiados;
y para reforzar las conductas correctas que realicen los
jugadores con independencia de su resultado.
• Para instigar conductas poco consolidadas, el entrenador debe
intervenir justo en momento en el que se presenten los estímulos en cuya
presencia debería realizarse la conducta.
·
Por ejemplo: el entrenador pretende que los jugadores hagan un
determinado movimiento para desmarcarse justo en el momento que un compañero va
a sacar de banda. Aunque lo han trabajado en los entrenamientos, la conducta no
está todavía suficientemente consolidada en los partidos. El entrenador decide
qué estímulos precisos deben estar presentes para que los jugadores realicen
este movimiento de desmarque (por ejemplo, que el jugador que saca coloque el
balón sobre su cabeza y mire al campo). Justo en ese momento, puede utilizar
una palabra enérgica para instigar a los
jugadores a que hagan el movimiento de desmarque (por ejemplo, "iimoveros!!", "¡¡desmarque!!r o
"¡¡pedirla!!"). Lógicamente, los jugadores deben poder identificar
esta palabra con el movimiento que se pretende de ellos. Para ello, el
entrenador la habrá utilizado previamente en las sesiones de entrenamiento.
Mediante la instigación, el entrenador favorece que los jugadores
se acostumbren a actuar justo en el momento preciso. Cuando se hayan
acostumbrado, ya no será necesario utilizar esta estrategia, y resultará más
apropiado dejarlos que jueguen sin estar pendientes de los comentarios del
entrenador.
• La instigación debe
complementarse con el refuerzo de las conductas realizadas.
- En el ejemplo anterior, será apropiado que el movimiento de desmarque, una vez realizado, sea reforzado por el entrenador lo más inmediatamente posible, con un comentario como "¡¡bien hecho!!", "¡¡bieeen!!", "¡¡eso es!!”, "Jorge ¡¡muy bien!!”. De esta forma, será más probable que en ocasiones futuras, en presencia de esos mismos estímulos, los jugadores repitan una acción que les permita desmarcarse.
Los comentarios del entrenador para reforzar conductas concretas,
deben emplearse aunque no se haya utilizado previamente la instigación, pues
habrá conductas que aunque no necesiten ser instigadas, todavía necesitarán
consolidarse. Reforzar estas conductas será fundamental para lograr el objetivo
de que se consoliden como conductas habituales.
·
Por ejemplo: en la misma situación de antes, un jugador hace un
movimiento para desmarcarse, y el entrenador dice en voz alta: "Pablo
¡¡muy bien!!".
El refuerzo del entrenador mediante un comentario como el del
ejemplo, o un gesto de aprobación si el jugador mira al banquillo, es
especialmente importante cuando la acción del jugador no obtiene un refuerzo
"natural" como puede ser, en este ejemplo, recibir el balón tras
desmarcarse.
Así, un jugador que hace el movimiento para desmarcarse y no
recibe el balón, necesita más que otro que recibe el balón el reconocimiento
del entrenador desde la banda. Y también lo necesita mucho el jugador que hace
el movimiento, recibe el balón, pero lo controla mal y lo pierde. Es muy
probable que este jugador se sienta mal por haber perdido el balón y no asimile
que se lo han pasado porque ha realizado un buen movimiento de desmarque.
También es probable que no vuelva a intentar desmarcarse para que no le pasen
el balón y así no pueda perderlo.
En este caso, el entrenador debe estar muy atento para reforzar la
acción correcta del desmarque, ignorando o minimizando la pérdida del balón.
Por ejemplo: el jugador se desmarca, recibe el balón pero
lo pierde. El entrenador
dice en voz alta: "Ángel, muy bien ese desmarque".
Este comentario puede ser suficiente para que el jugador se dé cuenta de que ha realizado un buen movimiento de desmarque
y de que al entrenador esto es lo que le importa aunque después pierda el
balón. No obstante, si el entrenador observa que el jugador le da más
importancia a la pérdida de balón, puede añadir: "¡¡sigue desmarcándote así!!", y aprovechar la primera
pausa para decirle: "no importa que pierdas después el balón, sigue
desmarcándote para que te lo pasen".
Durante los periodos de participación activa, es muy recomendable
que el entrenador disponga de un ayudante que lleve algunos registros de
rendimiento de los jugadores. Estos registros deben incluir, fundamentalmente,
las conductas más prioritarias de ese partido. Otra opción es grabar el partido
y realizar después los registros observando la película.
Así mismo, cuando el entrenador disponga de personas suficientes
para hacer registros, puede ser interesante registrar la conducta del
entrenador en relación con las conductas señalada.
Como en el ejemplo anterior, el entrenador puede aprovechar las pausas
para transmitir instrucciones más amplias a los jugadores, aunque valorando los
siguientes aspectos:
- la duración de la pausa; algunas pausas son muy cortas y otras más largas, y por tanto, en unas se podrán transmitir menos instrucciones que en otras;
- en cualquier caso, los jugadores no deben recibir demasiada información ni una información compleja, pues están involucrados en el partido y su capacidad atencional y de asimilación es muy limitada; por tanto, las instrucciones deben ser pocas, cortas, sencillas y muy precisas;
La información que se transmite a los jugadores debe ser útil para que
• rindan mejor en los siguientes periodos de participación activa
(en las pausas más cortas, únicamente en el siguiente); por tanto, se deben
evitar consideraciones que no cumplan este requisito;
•
en las pausas más cortas no se debe evaluar lo que ha ocurrido
previamente; en las más largas, se puede realizar una leve evaluación siempre
que resulte útil para mejorar el rendimiento en el resto del partido; la evaluación
más profunda de lo que sucede en el partido deberá hacerse al finalizar el
mismo, pero no durante las pausas; el entrenador debe cuidar este aspecto
especialmente en el descanso del partido y, en el fútbol-sala, en los tiempos
muertos;
• las instrucciones del entrenador deben centrarse en la conducta de los jugadores (es decir, en lo que tienen que hacer), apartando su atención del resultado del partido; sobre todo cuando las cosas van mal o se acerca el final de un partido con el marcador muy apretado.
• las instrucciones del entrenador deben centrarse en la conducta de los jugadores (es decir, en lo que tienen que hacer), apartando su atención del resultado del partido; sobre todo cuando las cosas van mal o se acerca el final de un partido con el marcador muy apretado.
- Por ejemplo: el equipo está perdiendo y el entrenador aprovecha el descanso del partido para decir a los jugadores: "olvidaros del marcador y seguir jugando haciendo cada uno lo que tiene que hacer"; después da instrucciones concretas para centrar la atención de los jugadores en conductas que deban realizar: "Luis y Rafa, cerrar las entradas por las bandas, etc.".
• Además de las instrucciones, el entrenador debe cuidar sus
decisiones. En el fútbol-sala, por ejemplo, debe elegir los momentos oportunos
para realizar los cambios, teniendo en cuenta, entre otros aspectos, el impacto
psicológico del cambio.
Por ejemplo: en general no es aconsejable en equipos de
jugadores jóvenes, cambiar a un jugador justo después de haber cometido un
error de precisión (fallar un gol, perder un pase, etc.) o tras errar como
consecuencia de haber tomado una iniciativa que podría inhibirse en el futuro
(dar un pase largo, hacer un regate utilizando la pierna que peor usa, etc.).
Si el cambio es muy cercano al error, puede provocar que, en sucesivas
ocasiones, el jugador tienda a no realizar acciones que conlleven el riesgo de
provocar errores.
Muchos jugadores jóvenes juegan con miedo a fallar y dejan de
intentar acciones de riesgo, cerrándose las puertas de seguir progresando. El
entrenador debe paliar este problema evitando decisiones que lo favorezcan.
También evitando comentarios negativos o gestos de desaprobación cuando estas
acciones provoquen errores. Y por supuesto, reforzando a los jugadores cuando
realicen este tipo de
acciones ("¡¡bien hecho!!"), y alentándolos
para que sigan intentando todas aquellas acciones cuyo desarrollo merezca la
pena.
Nada más terminar el partido, los jugadores no suelen estar en
buenas condiciones psicológicas para recibir los comentarios del entrenador. Y
en muchos casos, tampoco el entrenador se encuentra en buenas condiciones para
transmitir los mejores mensajes.
Los jugadores están
cansados y afectados emocionalmente por la experiencia del
partido (contentos, tristes, enfadados, nerviosos...). En estas
condiciones su capacidad atencional es muy limitada, y además pueden ser
propensos a interpretar erróneamente lo que se les dice.
- Por ejemplo: es fácil que un jugador se sienta culpable por la derrota del equipo, o se sienta injustamente tratado, al interpretar mal un comentario del entrenador sobre algún aspecto que se debe mejorar.
Así mismo, es habitual que los jugadores tengan prisa después del
partido porque les esperan sus padres o los amigos que han ido a verlos jugar.
Y en estas condiciones es más difícil todavía que se concentren en los
comentarios del entrenador.
También el entrenador puede estar afectado emocionalmente por la
experiencia del partido, y en esas condiciones puede decir cosas de las que más
tarde podría arrepentirse, cosas que dificultarán su trabajo con los jugadores
en el futuro o, en cualquier caso, hacer comentarios inapropiados o poco
productivos.
- Por ejemplo: el entrenador está muy eufórico por una victoria en los últimos minutos y bromea sobre algunos errores de los jugadores. Estos comentarios pueden dificultar su trabajo posterior para corregir esos errores.
- Otro día, sin embargo, está enfadado porque se ha jugado mal o se ha perdido, y ridiculiza agresivamente a los jugadores por haber cometido los mismos errores, propiciando un deterioro de la relación con los futbolistas sin que, además, este esfuerzo sea productivo, pues suele influir muy poco en la corrección de los errores.
Por estos motivos es mejor que el entrenador adopte la costumbre
de no hablar con los jugadores después de los partidos, aplazando sus
comentarios para el primer día
de entrenamiento después
del partido.
Esta costumbre debe transmitírsela a los jugadores al comienzo de
la temporada ("yo nunca hablo después de los partidos; me gusta que
tengamos tiempo para descansar y que cada uno piense sobre el partido antes de
hablar sobre él en los entrenamientos de la semana siguiente").
De esta forma, favorecerá que los jugadores no interpreten porqué
sí o porqué no ha hablado hoy el entrenador después del partido: ¿estará
enfadado?, ¿estará desanimado?, ¿no le importa que hayamos ganado?.
No obstante, al tratarse de jugadores jóvenes, es conveniente que
el entrenador, aunque no hable sobre el partido, "esté con ellos” en los
días que más lo necesiten; es decir, cuando el equipo pierda un partido
importante o de forma muy grave (por muchos goles, ante un rival teóricamente peor,
etc.) o un jugador en particular haya cometido errores muy llamativos (gol en
propia puerta, fallar un penalti, etc.). En estos casos, es suficiente que el
entrenador esté ahí, acompañando a los jugadores, y utilice gestos, palmadas y
breves palabras que muestren su apoyo.
- Por ejemplo: puede sentarse en el vestuario al lado del jugador que ha metido un gol en propia puerta, sin decirle nada, y pasado un rato hacer un gesto como de resignación (¡qué le vamos a hacer!) y darle una palmada sincera que muestre su apoyo. A veces podrá añadir un comentario breve como: "procura olvidarte del partido y ya hablaremos el lunes".
- Después del partido, el entrenador debe darse tiempo a sí mismo para descansar antes de analizar lo sucedido en el partido, aunque puede ayudarle anotar algunas ideas antes de que se le olviden.
- Por ejemplo: tras unas horas para recuperarse mínimamente del impacto psicológico que suelen tener los partidos (menos tiempo si el impacto ha sido escaso), puede dedicar un tiempo muy breve a anotar algunas ideas sobre el partido; después puede intentar olvidarse del partido hasta el día siguiente.
Para analizar el partido, el entrenador debe considerar sus
impresiones personales sobre el mismo, pero sobre todo debería poder disponer
de registros objetivos sobre el rendimiento de los jugadores
en las conductas prioritarias de ese partido (es decir, las conductas que antes
del partido eran los objetivos prioritarios de ese partido).
Estos registros se pueden realizar durante el partido o después de
éste si se ha grabado en video. Cuantos más datos objetivos tenga el entrenador
(número de veces que se ha presentado una determinada situación, número de
veces que se ha producido una determinada acción correcta, número de veces que
la acción ha sido incorrecta, etc.), mejor podrá analizar lo sucedido y mayor
credibilidad tendrán sus comentarios cuando los exponga a los jugadores.
Posteriormente, el entrenador debe valorar si merece la pena
organizar una reunión específica para hablar del partido, o debe dedicar unos
minutos antes de comenzar el entrenamiento siguiente para comentar los
principales aspectos.
También debe recordar lo sucedido en el partido anterior durante
los ejercicios de los entrenamientos siguientes, de forma que la experiencia
del partido pueda ser aprovechada para mejorar la motivación y la atención de
los jugadores respecto a algún objetivo del entrenamiento.
En cualquier caso, al analizar el partido el entrenador debe tener
una actitud constructiva, destacando las acciones bien hechas y refiriéndose a
las que deben corregirse de !a manera más eficaz.
El resultado del partido y el juego realizado en ese partido ya no
pueden cambiarse, pero la experiencia del partido, con independencia de lo
sucedido, siempre debe ser aprovechada por el entrenador para que el equipo
como conjunto, y los jugadores individualmente, sigan avanzando y consigan un
nivel cada vez más alto.
José María Buceta
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