ACTITUD DEL ENTRENADOR EN LA COMPETICIÓN
La actitud del entrenador de jugadores jóvenes en la competición
(prueba, partido etc.) debe ser: objetiva, positiva y constructiva:
•
objetiva porque debe valorar con
objetividad qué pueden hacer sus jugadores (antes del partido), qué es lo que
están haciendo (durante el partido) y qué es lo que han hecho (después del
partido);
•
positiva, porque sin perder la
objetividad, el partido no es el momento para analizar los errores, sino para
destacar tas conductas positivas de los jugadores y animarlos para que hagan
cosas sin miedo a fracasar;
•
constructiva, porque pase lo que pase en
el partido, el entrenador debe aprovecharlo para que sus jugadores,
individualmente y como conjunto, obtengan un beneficio deportivo y humano.
El entrenador debe tener muy claro qué es lo que, siendo realista,
puede esperar de sus jugadores en el partido y no exigirles más, asumiendo que
se producirán múltiples errores que serán lógicos considerando estas
limitaciones.
- Por ejemplo: los mejores jugadores del mundo, en sus mejores partidos, han fallado tiros a gol que parecían sencillos: ¿cómo puede enfadarse un entrenador de un equipo de jugadores jóvenes, porque los futbolistas fallan tiros a gol que parecen sencillos?
- Los mejores jugadores cometen errores en los pases y pierden balones: ¿cómo puede enfadarse un entrenador de un equipo de jugadores jóvenes, porque los futbolistas cometen errores en los pases y pierden balones?
Muchos entrenadores de jugadores jóvenes pierden la perspectiva
apropiada y el autocontrol que deben tener en los partidos, cuando sus
jugadores cometen errores que son perfectamente normales; y en lugar de
centrarse en aquellos aspectos que pueden ser aprovechados, estresan a los
jugadores con comentarios inapropiados que aumentan su inseguridad y hacen del
partido una experiencia desagradable y negativa.
De hecho, muchos jugadores jóvenes que comenzaron jugando con
mucha ilusión, dejan de tenerla; y muchos de ellos abandonan el fútbol o el
fútbol-sala porque en los partidos, en lugar de divertirse jugando, lo pasan
muy mal.
La conducta del entrenador es un elemento fundamental para evitar
este problema; y más aún, para conseguir todo lo contrario: que los partidos
sean una experiencia positiva cualquiera que sea su resultado.
Por tanto, el entrenador debe establecer objetivos realistas para
el partido y saber que, inevitablemente, habrá aspectos que no saldrán bien:
- en algunos casos, porque será lo normal considerando el nivel de los jugadores, ya que no podrán hacer más de lo que son capaces;
- en otros casos, porque será lo normal teniendo en cuenta que en el fútbol (o el fútbol-sala) existe un margen inevitable de errores que debe aceptarse; es decir, por muy bien que estén preparados los jugadores, se producirán errores en aspectos del juego que dominan (pases, tiros a gol, etc.), tal y como les ocurre a los mejores jugadores
De
esta forma, el entrenador estará preparado para tolerar los errores de sus jugadores
y dirigir el partido sin enfadarse ni perder el control.
También valorará mejor el rendimiento de los jugadores durante y
después del partido, en función de los objetivos realistas previamente
establecidos.
Muchos entrenadores cometen el error de valorar el rendimiento del
equipo de acuerdo con el resultado. Si ganan, hacen una valoración positiva; si
pierden, todo lo contrario. Este enfoque es erróneo, porque en todos los
partidos, con independencia del resultado final, se producen acciones positivas
que deben reforzarse y acciones defectuosas que deben corregirse en futuros
entrenamientos.
Si el entrenador, eclipsado por el resultado, no analiza las
conductas de los jugadores partiendo de los objetivos realistas previos al
partido (¿se han cumplido o no se han cumplido estos objetivos?}, desaprovecha,
en gran medida, la experiencia del partido para que los jugadores sigan
avanzando.
Por tanto, el entrenador debe estar preparado para aprovechar la
experiencia del partido de manera constructiva,
sea cuál sea el resultado:
- por un lado, reforzando las acciones correctas para que los jugadores tiendan a repetirlas;
- por otro lado, observando las acciones incorrectas que puedan mejorarse, para intentar corregirlas en sucesivos entrenamientos.
El partido no es el ámbito apropiado para corregir los errores más
graves (para eso están los entrenamientos) y por tanto, no es útil que el
entrenador pierda energía con este propósito, perjudicando el rendimiento de
los jugadores en otros aspectos.
En los partidos, el entrenador debe centrarse en los aspectos
positivos, reforzándolos para que se repitan, y limitarse a corregir pequeños
detalles que
verdaderamente puedan modificarse durante el partido.
- Por ejemplo: deberá reforzar un esfuerzo defensivo o un buen desmarque, y podrá corregir la posición de un defensa en los corners, pero no la forma de golpear el balón o las decisiones complejas si los jugadores no dominan suficientemente estos aspectos.
Además, no debe detenerse en las jugadas pasadas (ya lo hará
después, cuando analice el partido en su conjunto), sino centrarse en el
presente y en el futuro del partido.
Lo importante en el partido, no es lo que ya ha ocurrido y no
puede cambiarse, sino lo que sucede ahora, está a punto de suceder o puede
ocurrir en el resto del partido.
- Por ejemplo: lo importante no es que el equipo contrario haya rematado tres veces sin oposición, sino aprovechar esta experiencia para que, a partir de este momento, no vuelva a suceder.
- Por tanto, en este ejemplo, el entrenador no debería lamentarse por los remates del equipo contrario, ni recriminar a sus jugadores por lo sucedido, sino dar instrucciones constructivas que los jugadores puedan aplicar para subsanar o reducir este problema en el resto del partido.
Este enfoque objetivo,
positivo y constructivo,
conforma un estilo eficaz de dirección de los partidos, sobre todo cuando se
entrena a jugadores jóvenes.
La utilización de este estilo de
dirección, implica que el entrenador debe afrontar los partidos con un talante optimista respecto a la experiencia del partido, con
independencia del resultado del mismo. Se gane o se pierda, se juegue bien o se
juegue mal, la experiencia debe ser positiva. Lógicamente, será más agradable
ganar y jugar bien que perder y jugar mal, pero pase lo que pase, el partido
debe ser aprovechado para que los jugadores y el equipo sigan avanzando.
Con este propósito, el entrenador debe acudir a los partidos con intenciones como las siguientes:
- pasarlo bien en lugar de sufrir;
- disfrutar en lugar de enfadarse;
- controlar su propia conducta en lugar de actuar impulsivamente guiado por sus emociones;
- exigir a los jugadores lo que puedan hacer (algo que hayan hecho previamente en los entrenamientos), en lugar de exigirles algo que no puedan hacer (lo que nunca o sólo aisladamente hayan hecho en los entrenamientos);
- ayudar a los jugadores en lugar de criticarlos destructivamente;
- animar a los jugadores en lugar de "hundirlos";
- hacer bien su trabajo como entrenador en lugar de "meter la pata" por no afrontar el partido con la actitud apropiada.
No hay comentarios:
Publicar un comentario