ESCUELA DE FÚTBOL COLORADO VÁSQUEZ QUITO ECUADOR

lunes, 31 de agosto de 2015

LA MOTRICIDAD Y EL DESARROLLO INTEGRAL DEL NIÑO.


Motricidad y maduración
El niño desde su formación tiene una evolución coherente y ordenada en el esquema corporal y forma de su organismo. Es así como existe un aumento en la estructura del cuerpo por la multiplicación de las células, lo cual produce una maduración progresiva.
La maduración es un aspecto del desarrollo; sirve para designar específicamente los cambios cualitativos que facilitan el progreso a un alto nivel de funcionamiento. Es innata, pues está genéticamente determinada, y es resistente a las influencias externas del ambiente. Por tanto, aparece al margen de toda enseñanza y se caracteriza por un orden de progresión. Bee (1978) dice que la maduración se refiere a aquellos patrones internos de cambios; de igual forma para Gesell (1946). La maduración es un proceso interno por el cual el individuo alcanza su desarrollo completo.
La maduración aparece al margen de toda enseñanza y se caracteriza por un orden de progresión. La maduración del movimiento ocurre de acuerdo con los siguientes principios:
  • El principio de la Ley Céfalocaudal se refiere al desarrollo gradual del movimiento muscular de la cabeza a los pies. Está presente en la fase prenatal, fetal y más tarde en el desarrollo postnatal. En el desarrollo del feto, por ejemplo, se forma primero la cabeza, y los brazos antes que las piernas; el nuevo ser ejecuta el movimien­to de la cabeza, seguido por el de la espalda, los brazos y luego las piernas. Los niños exhiben una secuencia del control muscular de la cabeza, cuello, tronco; antes que el control de las piernas. Los preescolares exhiben un control pobre de las extremidades porque tienen un desarrollo céfalocaudal incompleto. Este mismo esquema del desarrollo y la integración continúa hasta adquirir la madurez total del movimiento.
  • Un segundo principio es el de la ley Próximodistal, esto se refiere a la progresión del control muscular del centro del cuerpo hacia las distintas partes. El niño controla primero los músculos del tronco y la espalda y luego los de las muñecas, manos y dedos.  El control consciente de los actos motores está relacionado con aspectos maduracionales  y físicos. 
El control de todos los movimientos del cuerpo radica en el cerebro y se ejerce por medio de los ojos, oídos, la piel, los músculos y las articulaciones.
Desde el punto de vista biológico, el movimiento produce aceleración en las funciones vitales, lo que trae como consecuencia una sucesión de beneficios en el organismo como mejor oxigenación de los pulmones, respiración correcta, circulación normal, etc. Desde el punto de vista neuromuscular,  contribuye al perfec­cionamiento del ritmo y la coordinación motriz. El movimiento, además, desarrolla y fortifica la muscu­latura, previendo deformaciones futuras; asegura fuerza, flexibilidad, velocidad; procura una postura correc­ta y el desarrollo armónico del cuerpo.
Las formas de movimiento más coordinadas, necesarias para la locomoción, surgen inicialmente de las for­mas reflejas o inmaduras.
En condiciones ideales, a partir del movimiento grueso, indiferenciado e incoordinado surgen formas de mo­vimiento eficiente y perfectamente coordinadas. Junto con el desarrollo del control del cuerpo en el sentido céfalocaudal y de dentro hacia afuera, el individuo adquiere el control primero de los grandes músculos del cuerpo, y después, de los pequeños.

Otro principio por tomar en cuenta es el secuencial, el cual implica que el niño aprende progresivamente los diferentes patrones de movimiento: gatear, caminar, correr, saltar, brincar, los que son adquiridos en un determinado orden y como producto de cambios fisiológicos internos. También es necesario considerar el fenómeno de la sobreposición, por medio del cual, el niño puede practicar simultáneamente diferentes patrones de movimiento y el de la disociación que capacita al niño para discriminar los diferentes patrones.
Muchas de las habilidades rudimentarias y de las fundamentales del movimiento o patrones básicos del infante son considerados filogenéticos, es decir, aparecen espontáneamente y con una secuencia predecible a través de la maduración del niño. Las destrezas filogenéticas son resistentes a la influencia externa del ambiente. Habilidades manipulativas rudimentarias, como alcanzar, agarrar, saltar; o tareas de estabilidad como control de los músculos gruesos del cuerpo, son ejemplos de destrezas filogenéticas, así como habilidades fundamentales de caminar, correr, saltar, brincar, etc. 
Por otra parte, las conductas ontogenéticas dependen del aprendizaje, y de las oportunidades del medio. Nadar y patinar son ejemplos de conductas ontogenéticas porque no aparecen automáticamente y requieren períodos de práctica y experiencia que son influencias de la cultura.
El ritmo de crecimiento, independientemente de cualquiera que sea el ritmo de desarrollo, es el orden de suce­sión de los elementos nuevos, y es siempre el mismo. El ritmo de crecimiento tiene patrones característicos univer­sales para todos los niños, se resiste a cambios externos.
El control muscular es el producto de dos factores; maduración y práctica. Existen ciertos patrones de conducta cuya aparición se debe esencialmente a la maduración; sin embargo, al principio, el patrón particular, no es tan adecua­do como después de tenerse alguna práctica. Por lo tanto, se le debe dar oportunidad al niño para que practique los movimientos. Una de las grandes necesidades del niño, es la de practicar las habilidades motrices en el período opor­tuno, pues así estimulará adecuadamente su proceso de maduración. Un entrenamiento especial puede no tener in­fluencias en la cantidad o el ritmo del aprendizaje de destrezas motrices, pero puede tener un efecto en la calidad de la ejecución de destrezas específicas. Por consiguiente, la futura actitud del niño ante el aprendizaje en el área intelectual y deportiva depende de esas experiencias que lo han estimulado o inhibido en el período inicial de su existencia. Cada niño es un ser único con su propia guía de crecimiento y desarrollo; es una combinación de la herencia y las influencias del ambiente. Aunque las secuencias de las características de estos dos aspectos son predecibles, el ritmo en que operan es variable. Se entiende por crecimiento el aumento de tamaño del cuerpo (aumento progresivo de un organismo y de sus partes); por desarrollo, los cambios que el ser humano sufre a lo largo de su existencia lo que implica la maduración del organismo, de sus estructuras y el crecimiento corporal, así como el influjo del am­biente (Ruiz, 1987).
La instrucción debe adaptarse al nivel de desarrollo de cada cual, por lo que la dificultad de las actividades motrices debe ser proporcional al nivel de madurez de cada individuo; de esta forma se adecúa el progreso del apren­dizaje y se disminuye la posibilidad de que se establezcan coordinaciones motrices incorrectas. Pero debe tenerse en cuenta que tan indeseable es someter al niño a aprendizajes muy complicados para su nivel de desarrollo motor como limitar aquellas que ya domina bien. La “edad promedio” o “norma” de la adquisición es solo un indicador, una aproximación del desarrollo del niño. 
Ma.del Rocío Arce Villalobos
Ma. del Rocío Cordero Álvarez

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