ESCUELA DE FÚTBOL COLORADO VÁSQUEZ QUITO ECUADOR

martes, 18 de agosto de 2015

TODO AQUELLO QUE SE HACE Y NO SE DEBERÍA HACER.




En la preparación física, cuan­do se trabaja sin un profesional de la especialidad, se cometen infini­dad de errores. Muchos» de estos errores son por defecto y no por exceso. Es decir, el entrenador no realiza determinados trabajos por desconocimiento. Con ello, estamos impidiendo una formación completa del deportista.
Sin embargo, más peligroso que los errores por defecto son los errores por exceso. Muchos entre­nadores, por el afán de ganar parti­dos y de hacer deportistas de alto nivel a edades tempranas, cometen auténticas exageraciones que se transforman en lesiones, defectos en el aprendizaje e, incluso, cortan o impiden progresiones de depor­tistas que con un buen especialista podrían haber rendido a un nivel más alto.
Entrenadores que someten a jóvenes deportistas, todavía niños, a trabajos con cargas o sesiones dé esfuerzo anaeróbico con salidas en velocidad, explosivas, o que les dan auténticas palizas físicas, son  entre­nadores inhabilitados para trabajar con futbolistas jóvenes.
Entrenadores que castigan por un mal resultado a sus futbolistas con sesiones físicas de especial dureza son entrenadores que demuestran un gran desconocimiento de psicología y de comportamiento humano.
Entrenadores que en pretemporada someten a sus jugadores a un desgaste físico elevado sin una planificación, sin unos objetivos con­cretos y que, una vez iniciada la competición, la preparación física queda prácticamente sin contenido, son entrenadores que pretenden demostrar que tienen conocimien­tos y lo único que demuestran es no saber nada.
Entrenadores que piden a sus jugadores que realicen carrera por porcentaje, es decir, a un sesenta o a un setenta por ciento, sin antes haber realizado pruebas a cada uno de ellos para conocer cuál es su cien por cien, son entrenadores que lo único que confirman es haber oído campanas pero sin saber por dónde.
Desde estas líneas, quiero mandar un mensaje de atención a los entrenadores. A todos los entre­nadores, a los que trabajan con niños, con jóvenes y con adultos. La preparación física no es un jue­go. Es mejor equivocarse por quedarnos sin hacer algo que por sobrepasar la capacidad del depor­tista. Dejemos que el niño desarro­lle su cuerpo y que el adulto nos pueda manifestar libremente sus limitaciones; con ello, todos sal­dremos ganando. No utilicemos preparación física para castigar y, sobre todo, intentemos unir técnica y preparación física. Con muchos ejercicios de técnica trabajamos al mismo tiempo la preparación físi­ca Con ello ganamos tiempo y el futbolista disfruta mucho más del entrenamiento.
Algunos consejos, extraídos de la experiencia de los profesio­nales de la preparación física, que nos ayudarán   a evitar los errores que con más frecuencia se producen, son los siguientes:
·         Reponer líquidos antes, durante y después del partido.
·         Evitar ingerir en los descan­sos bebidas con gas.
·         No se debe comer en exce­so después de un partido.
·         El calentamiento es impres­cindible, aunque en jóvenes se debe realizar, en una parte importante, con balón.
·         El calentamiento no se debe realizar con precipitación.
·         Sin calentar no se debe gol­pear fuerte al balón, esprintar o rea­lizar acciones que supongan un cambio brusco en el organismo.
·         No debemos perder la con­centración en un entrenamiento ni en un partido.
·          Nunca debemos subir al segundo peldaño si antes no nos hemos afianzado bien en el prime­ro. La preparación física tiene sus etapas.
·         Nunca debemos entrenar de manera inconstante. No progresa­ríamos adecuadamente y cada vez tendríamos más lagunas, que con el tiempo serían insalvables.
·         No se debe entrenar sólo aquello que nos gusta. También hay que trabajar todos los puntos débi­les con constancia y meticulosidad.
·          No se puede pasar de entre­nar un día a entrenar cuatro o cin­co de golpe. Se debe respetar al máximo el crecimiento paulatino de las cargas.
·         Si entrenamos cinco días seguidos sin estar acostumbrados, a la semana notaremos una mejora, pero, también, en muy poco tiem­po se acusará un gran descenso en nuestro rendimiento, con síntomas como apatía, desgana, cansancio psicológico, etc.
·         Los resultados de la com­petición no nos deben obligar a for­zar el ritmo de los entrenamientos. El deportista, poco a poco, va nece­sitando un mayor nivel de exigencia.
·          El trabajo no debe ser monó­tono, sino que hay que darle varie­dad y calidad.
·          Hay determinados aspec­tos físicos, como, por ejemplo, la velocidad, que requieren un trabajo muy específico, programado y con enseñanza de su técnica y, además, a un jugador de despla­zamiento lento podremos mejorarle para que sea algo más rápido, pero no podremos convertirle en un velocista.
·         El entrenador debe tener paciencia con sus deportistas, pues los frutos del trabajo no se recogen de un día para otro, sino que tar­dan meses y años.

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