EL FUTBOLISTA NACE O SE HACE.
Para la mantenida controversia sobre si el futbolista nace o se hace, consideramos de gran interés lo expuesto por Domingo Blázquez-1995, en su trabajo «Elegir el deporte más adecuado» y referido al deporte en general:
«En la actualidad sabemos que los deportistas de élite, nacen tanto como se hacen»... Y nos aporta datos de fundamentación:
«En la actualidad sabemos que los deportistas de élite, nacen tanto como se hacen»... Y nos aporta datos de fundamentación:
«Es cierto que la capacidad de trabajo de los músculos puede mejorar hasta en un mil por ciento... Pero
centrándonos en casos más concretos, la resistencia del corredor de marathón sólo se puede mejorar como mucho en un 30% y la velocidad del «sprinter» apenas de un 10%.
El entrenamiento influye en la capacidad total en un máximo del 40%. Para el restante 60%, resulta decisiva la herencia genética. Las fantásticas prestaciones de los grandes atletas son en su mayor parte innatas. Con el entrenamiento se optimizan, intentando llevar a los deportistas lo más cerca posible del límite de sus posibilidades, de manera que todo el aparato locomotor (huesos, articulaciones, tendones y músculos) participen con la máxima perfección.
La orientación y selección deportiva deberá ser efectuada teniendo en cuenta, entre los factores ligados al éxito aquellos que sean menos modificables.
Pero ni el entrenamiento ni la talla corporal, ni la adecuada relación de palancas en brazos y piernas sirven de nada si el atleta no ha heredado de sus padres la musculatura adecuada a su especialidad. Los músculos son el motor que pone en marcha la estructura ósea.»
Con relación a los anteriores aspectos, Hansany y Martin (1987) (citados por López Bedoya), hacen la
siguiente indicación:
«La herencia del talento deportivo indica que la cualidad decisiva para el rendimiento deportivo, viene
determinada sobre todo del código genético».
Para cerrar este epígrafe, citamos lo expresado por Erwin Hahn (1988): «Entre los expertos, hay un sector que considera las capacidades innatas, como determinantes en la predicción de talentos deportivos y existe otro sector que creen en el efecto dominante de las capacidades adquiridas, socialización y entrenamiento».
centrándonos en casos más concretos, la resistencia del corredor de marathón sólo se puede mejorar como mucho en un 30% y la velocidad del «sprinter» apenas de un 10%.
El entrenamiento influye en la capacidad total en un máximo del 40%. Para el restante 60%, resulta decisiva la herencia genética. Las fantásticas prestaciones de los grandes atletas son en su mayor parte innatas. Con el entrenamiento se optimizan, intentando llevar a los deportistas lo más cerca posible del límite de sus posibilidades, de manera que todo el aparato locomotor (huesos, articulaciones, tendones y músculos) participen con la máxima perfección.
La orientación y selección deportiva deberá ser efectuada teniendo en cuenta, entre los factores ligados al éxito aquellos que sean menos modificables.
Pero ni el entrenamiento ni la talla corporal, ni la adecuada relación de palancas en brazos y piernas sirven de nada si el atleta no ha heredado de sus padres la musculatura adecuada a su especialidad. Los músculos son el motor que pone en marcha la estructura ósea.»
Con relación a los anteriores aspectos, Hansany y Martin (1987) (citados por López Bedoya), hacen la
siguiente indicación:
«La herencia del talento deportivo indica que la cualidad decisiva para el rendimiento deportivo, viene
determinada sobre todo del código genético».
Para cerrar este epígrafe, citamos lo expresado por Erwin Hahn (1988): «Entre los expertos, hay un sector que considera las capacidades innatas, como determinantes en la predicción de talentos deportivos y existe otro sector que creen en el efecto dominante de las capacidades adquiridas, socialización y entrenamiento».
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