El tipo de fibra muscular, es uno de los parámetros más tratados por los autores, a la hora de analizar las bases genéticas, y adquiridas del rendimiento deportivo. Siendo por tanto, una de las más representativas, sobre ella basamos, parte de la argumentación sobre la influencia de la herencia y del entrenamiento.
En los seres humanos se han identificado dos tipos de fibras, basándose en las características contráctiles y en la actividad histoquímica de la ATPasa miofibrilar del músculo esquelético. El tipo I corresponde a las fibras de actividad rápida (A.R); poseen mayor tiempo de contracción, mayor capacidad de producción de fuerza, mayor capacidad anaerobia y una tasa más rápida de fatiga que las de tipo II, de activación lenta (A.L.). En consecuencia, las fibras de acción rápida se renuevan más y son más adecuadas para pruebas de fuerza y potencia. Las fibras de activación lenta, por otra parte, poseen mayor capacidad aerobia, menor tiempo de contracción y menor tasa de fatiga, por lo que son más adecuadas para actividades de resistencia. (Clarkson, Costill, Dons, Gregor, Komi, Prince, Thorstensson) en «Medicina Deportiva», dirigida por Otto Appenzeller (1991).
En los seres humanos se han identificado dos tipos de fibras, basándose en las características contráctiles y en la actividad histoquímica de la ATPasa miofibrilar del músculo esquelético. El tipo I corresponde a las fibras de actividad rápida (A.R); poseen mayor tiempo de contracción, mayor capacidad de producción de fuerza, mayor capacidad anaerobia y una tasa más rápida de fatiga que las de tipo II, de activación lenta (A.L.). En consecuencia, las fibras de acción rápida se renuevan más y son más adecuadas para pruebas de fuerza y potencia. Las fibras de activación lenta, por otra parte, poseen mayor capacidad aerobia, menor tiempo de contracción y menor tasa de fatiga, por lo que son más adecuadas para actividades de resistencia. (Clarkson, Costill, Dons, Gregor, Komi, Prince, Thorstensson) en «Medicina Deportiva», dirigida por Otto Appenzeller (1991).
INFLUENCIA DE LA HERENCIA Y DEL ENTRENAMIENTO SOBRE EL TIPO DE FIBRA.
Los resultados de las investigaciones indican que la distribución del tipo de fibras, está determinado
genéticamente. En varones y mujeres la herencia representa el 99,5% y el 92,5%, respectivamente, de la variabilidad en el tipo de fibra» (Komi-et-al), citado por Appenzeller (1991).
En la «Enciclopedia de la Medicina Deportiva» Volumen I (1988), P.V. Komi, al analizar el sistema músculoesquelético dice entre otras cosas:
«Las diferencias de composición de las fibras musculares observadas entre los deportistas han sugerido la cuestión de si la estructura muscular de un deportista en particular es un fenómeno adquirido o bien se debe a un código determinado genéticamente. Como es natural, no existe respuesta directa a este problema. Los estudios en gemelos Monocigóticos han demostrado una identidad prácticamente total entre los pares de hermanos (Komi 1997), y este hallazgo podía emplearse para enfatizar el peso del factor genético en la composición de las fibras musculares. Sin embargo, existe una evidencia importante de que tanto la estructura como la capacidad metabólica de las fibras musculares individuales, puede adaptarse específicamente a los distintos tipos de entrenamiento deportivo (Howald, 1985). En lo que respecta a la conversión de un tipo de fibra en otro, probablemente es más fácil demostrar cambios entre grupos de fibras de contracción rápida distintas (II-a, II-b,IIc), que una conversión completa de estas a fibras de contracción lenta (Tipo-I), o de estas a las anteriores. No obstante, queda claro que el perfil de fibras musculares durante el máximo rendimiento de un deportista de élite, viene determinado tanto por factores genéticos como por factores ambientales como el entrenamiento.»
Citamos de nuevo a Domingo Blázquez (1985), que aporta la siguiente descripción:
«Las fibras de color claro, gruesas y de reacciones rápidas son más excitables y se contraen más rápidamente... por el contrario las fibras rojas, delgadas y de reacciones lentas, son más apropiadas para pruebas de resistencia, para trabajar sin descanso durante largos periodos de tiempo...»
«Ni siquiera con un entrenamiento especial se pueden transformar las propiedades de ambos tipos de fibras, mas que hasta cierto límite. Pero si un tipo de fibra muscular es el adecuado para su especialidad deportiva, la ciencia puede ayudarle a conseguir nuevos records...»
Otro grupo de factores, susceptibles del estudio sobre su base genética o aprendida, y que, como ya hemos expuesto anteriormente, influye de forma importante en el rendimiento deportivo, es el conjunto de características psicológicas. En este sentido, se acepta que, si bien, existe un sustrato
de origen filogenético, que condiciona o favorece la aparición de determinados comportamientos, la mayoría de los factores psicológicos, y sobre todo los de carácter actitudinal, son fundamentalmente aprendidos. Por tanto, en este área, aunque las dos partes de la balanza -herencia y ambiente- tienen su peso, la balanza se declina ampliamente, a favor de la influencia ambiental.
genéticamente. En varones y mujeres la herencia representa el 99,5% y el 92,5%, respectivamente, de la variabilidad en el tipo de fibra» (Komi-et-al), citado por Appenzeller (1991).
En la «Enciclopedia de la Medicina Deportiva» Volumen I (1988), P.V. Komi, al analizar el sistema músculoesquelético dice entre otras cosas:
«Las diferencias de composición de las fibras musculares observadas entre los deportistas han sugerido la cuestión de si la estructura muscular de un deportista en particular es un fenómeno adquirido o bien se debe a un código determinado genéticamente. Como es natural, no existe respuesta directa a este problema. Los estudios en gemelos Monocigóticos han demostrado una identidad prácticamente total entre los pares de hermanos (Komi 1997), y este hallazgo podía emplearse para enfatizar el peso del factor genético en la composición de las fibras musculares. Sin embargo, existe una evidencia importante de que tanto la estructura como la capacidad metabólica de las fibras musculares individuales, puede adaptarse específicamente a los distintos tipos de entrenamiento deportivo (Howald, 1985). En lo que respecta a la conversión de un tipo de fibra en otro, probablemente es más fácil demostrar cambios entre grupos de fibras de contracción rápida distintas (II-a, II-b,IIc), que una conversión completa de estas a fibras de contracción lenta (Tipo-I), o de estas a las anteriores. No obstante, queda claro que el perfil de fibras musculares durante el máximo rendimiento de un deportista de élite, viene determinado tanto por factores genéticos como por factores ambientales como el entrenamiento.»
Citamos de nuevo a Domingo Blázquez (1985), que aporta la siguiente descripción:
«Las fibras de color claro, gruesas y de reacciones rápidas son más excitables y se contraen más rápidamente... por el contrario las fibras rojas, delgadas y de reacciones lentas, son más apropiadas para pruebas de resistencia, para trabajar sin descanso durante largos periodos de tiempo...»
«Ni siquiera con un entrenamiento especial se pueden transformar las propiedades de ambos tipos de fibras, mas que hasta cierto límite. Pero si un tipo de fibra muscular es el adecuado para su especialidad deportiva, la ciencia puede ayudarle a conseguir nuevos records...»
Otro grupo de factores, susceptibles del estudio sobre su base genética o aprendida, y que, como ya hemos expuesto anteriormente, influye de forma importante en el rendimiento deportivo, es el conjunto de características psicológicas. En este sentido, se acepta que, si bien, existe un sustrato
de origen filogenético, que condiciona o favorece la aparición de determinados comportamientos, la mayoría de los factores psicológicos, y sobre todo los de carácter actitudinal, son fundamentalmente aprendidos. Por tanto, en este área, aunque las dos partes de la balanza -herencia y ambiente- tienen su peso, la balanza se declina ampliamente, a favor de la influencia ambiental.
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