ESCUELA DE FÚTBOL COLORADO VÁSQUEZ QUITO ECUADOR

miércoles, 30 de septiembre de 2015

LA NATURALEZA DEL JUEGO

La naturaleza del juego de fútbol se fundamenta en su carácter «lúdico, agonístico y procesal, en que los once jugadores que constituyen los dos equipos se encuentran en una relación de adversidad típica no hostil denominada de rivalidad deportiva »
(Teodorescu, 1983). Los equipos en confrontación directa forman dos entidades colectivas que planifican y coordinan sus acciones para actuar una contra de la otra; sus comportamientos están determinados por las relaciones antagónicas de ataque-defensa. Representan así, en este contexto, una forma de actividad social, con variadas manifestaciones específicas, cuyo contenido consta de acciones e interacciones. La cooperación entre los diferentes elementos se efectúa en condiciones de lucha con adversarios (oposición), los cuales a su vez coordinan sus acciones con el propósito de desorganizar esa cooperación.
Los deportes colectivos, incluyendo naturalmente el juego de fútbol, pueden encararse a partir de diferentes perspectivas que evidencian diferentes aspectos fundamentales para su mejor comprensión y caracterización.
En este sentido, analizaremos cuatro de estas aproximaciones: reglamentaria, psicosocial, técnica y táctica.

La aproximación reglamentaria

En el análisis del subsistema cultural de la organización del juego, iremos asomándonos, de una manera más profunda, a las implicaciones del factor reglamentario en la lógica interna de los juegos deportivos colectivos.
De hecho, y de forma sucinta, podemos señalar que el reglamento normaliza las conductas de los jugadores, estableciendo las condiciones de confrontación ya sea individual o colectiva y que, en última instancia, determina el sentido y el espíritu del juego.

La aproximación psicosocial

A partir de otro punto de vista, los juegos deportivos colectivos pueden encararse como situaciones de exploración dinámica de grupos. En este caso, el juego crea las condiciones de confrontación entre dos grupos con objetivos perfectamente antagónicos, los cuales se aúnan como un «campo de fuerzas que tienden a mantenerse en equilibrio» (Lewin, 1967).
Las diferentes posiciones de los jugadores se manifiestan por relaciones de fuerzas, y el cambio de posición equivale al cambio de estructura. La táctica adoptada durante la competición es el resultado, en gran parte, de un análisis de estos juegos de fuerzas, al escoger la mejor articulación estratégica que proporcione el rompimiento del equilibrio de la estructura adversaria y al recoger para sí la ventaja que resulta de este hecho. En estas circunstancias, las constantes variaciones de posición de los jugadores determinan consiguientemente una enorme diversidad de situaciones momentáneas de juego que, por sí mismas, establecen la existencia de un envolvimiento continuamente inestable con carácter de incertidumbre, reforzado por el hecho de que la iniciativa de juego cambia en función de si el equipo tiene la posesión del balón (proceso ofensivo) o no la tiene (proceso defensivo).

La aproximación técnica

Los modelos de ejecución utilizados durante las situaciones de juego se establecen como uno de los parámetros básicos que configuran y determinan su resolución. Poulton (1957) y Knapp (1971), en función de las habilidades motoras, proponen su clasificación en dos grandes categorías:
«habilidades cerradas»: en que la ejecución técnica se realiza en un contexto (envolvimiento) relativamente estable, y «habilidades abiertas»: en que la ejecución técnica se realiza frente a una gran variabilidad del contexto de la situación de juego. Efectivamente, el desempeño motor de los jugadores está estrechamente relacionado con la capacidad de éstos para responder de forma adecuada y eficaz a las constantes y diversas alteraciones que se producen en el contexto. Debido a este hecho, varios autores, tales como Vanek y Cratty (1972), definen los juegos de deportes colectivos como deportes de situación.
Cualquiera de estas «habilidades» cerradas o abiertas pueden observarse en el juego de fútbol. Las primeras se verifican fundamentalmente en las restituciones del balón en juego (tiros libres, saque de esquina, de salida, de portería, etc.), mientras que las segundas son más utilizadas en el resto de situaciones de
juego.

La aproximación táctica

Cuando observamos el juego de fútbol, inmediatamente llegamos a la conclusión del elevado grado de complejidad que los comportamientos técnico-tácticos de los jugadores encierran en sí mismos. Ejecutar una acción correcta, en el momento exacto, empleando la fuerza necesaria, imprimiendo la velocidad ideal, anticipando las acciones de los adversarios y haciendo comprensible su acción a sus compañeros, son algunos de los elementos que cualquier jugador debe tener en cuenta antes de tomar una decisión. Efectivamente, el comportamiento de los jugadores sólo es compresible si los consideramos individuos que tienen que dar una respuesta eficaz a las diferentes situaciones momentáneas de juego, en cuanto éstos están obligados a adaptarse rápida y continuamente a sí mismos, a las necesidades del equipo y a los problemas planteados por el equipo adversario.
Es en estas circunstancias que los juegos de deportes colectivos son considerados por diversos autores como deportes de preponderancia táctica (Teodorescu, 1984, Schnabell, 1988), que implican la necesidad de resolución de las situaciones de juego, esto es, problemas tácticos continuamente variables que derivan del gran número de adversarios y compañeros con objetivos opuestos, a través del factor técnico-coordinativo.
Esto significa que la resolución de cualquier situación de juego se fundamenta en una doble dependencia:
 de la capacidad técnico-coordinativa del jugador: «si una situación de juego determina un cambio del ángulo de ataque que el jugador no puede realizar, es necesario que éste escoja otra solución que no estará en la lógica de las opciones tácticas más eficaces, pero que expresará las posibilidades de respuesta de ese jugador en ese momento» (Grehaigne, 1992), y de la opción táctico-estratégica tomada por el jugador: «en la cual intenta sorprender a los adversarios ejecutando una respuesta imprevisible dentro de las opciones lógicas de la situación, de forma que consiga quebrar la organización del equipo adversario» (Grehaigne, 1992).
La táctica no significa solamente una organización en función del espacio de juego y de las misiones específicas de los jugadores, ésta presupone, en última instancia, la existencia de una concepción unitaria para el desarrollo del juego o, en otras palabras, el tema general sobre el cual los jugadores están de acuerdo y que les permite establecer un «lenguaje común». En este sentido, la táctica impone diferentes actitudes y comportamientos aunados en un conjunto de combinaciones, cuyos mecanismos asumen un carácter de una disposición universalmente válida, edificada sobre las particularidades del entorno (medio).Por tanto, tal como refiere Barth (1978), «la inteligencia del juego deberá permitir un pensamiento lógico, flexible, original y crítico garantizando la ejecución óptima de las habilidades tácticas y permitiendo modificaciones autónomas de la acción según las circunstancias».
Para concluir, las diferentes aproximaciones analizadas se complementan unas con otras estableciendo un perfil básico, el cual Grehaigne (1992) resume de la siguiente manera: «en un marco en que el objetivo es la victoria y que se traduce por el mayor número de goles conseguidos por los equipos, el juego es indisociable de un marco reglamentario que aúne:
una relación de fuerzas: un grupo de jugadores enfrentándose a otro grupo de jugadores por la posesión del balón; una elección de la habilidad sensorio-motora: los jugadores deben tener un repertorio de respuestas motoras a su disposición para resolver las situaciones momentáneas de juego, y una estrategia individual y colectiva: decisiones implícitas o explícitas tomadas en común, a partir de referencias comunes con el objetivo de vencer al adversario».
Jorge F. F. Castelo