ESCUELA DE FÚTBOL COLORADO VÁSQUEZ QUITO ECUADOR

martes, 17 de noviembre de 2015

APORTACIÓN A LA ACTUACIÓN DE LOS TECNICOS



El primer fundamento importante es ser consciente de que las conductas de entrenadores y padres sirven de modelo pa­ra los jugadores, lo cual supone que además de nuestra actuación en entrenamientos, encuentros, etc. existe una relación extra-deportiva que también influye en la preparación y formación del deportista, y podemos identificar desde el optimis­mo, entusiasmo, hasta los hábitos de vida, el lenguaje utilizado, etc.
    Es importante desarrollar la motivación intrínseca por el entrenamiento, valorando la capacidad del deportista y hacien­do sentir importantes a los jugadores dentro del equipo.
      Ante los aciertos de los jugadores, se debe utilizar generosamente el reforzamiento (en su medida, ello no supone ser meramente un animador o no ser exigente), recompensando tanto los resultados como, sobre todo, los esfuerzos, tanto de tipo individual como colectivo. Se debe premiar la creatividad y la toma de responsabilidades y riesgos, siempre que cumplan el objetivo o sean decisiones correctamente tomadas, no debemos exigir modelos de ejecución rígidos. Debe­mos conseguir un clima comunicativo en el que los jugadores también se animen entre sí.
      Ante los errores, se puede animar  si el deportista sabe cómo conseguirlo, y sobre todo dar las instrucciones técnicas correctivas de forma positiva. No acostumbra a surtir efecto castigar cuando las cosas van mal o no salen, ni se deben dar las correcciones de forma punitiva u hostil. Debe castigarse la jugada, no al jugador, buscando que no exista diferencia de trato entre jugadores. Las correcciones deben realizarse inmediatamente después de la acción incorrecta.
      Respecto a las informaciones del entrenador, debe intentar ser claro y conciso en sus explicaciones antes de la situación de práctica enfatizando aquellos aspectos más importantes sobre los que centrar la atención durante la ejecución; durante ésta se puede animar de forma breve para no interferir en los procesos cognitivos del sujeto (ya que el tratamiento de la verbalización exige procesos atencionales selectivos), realizando las correcciones o nuevas verbalizaciones una vez fina­lizada la práctica. Debe exigirse la máxima concentración durante los entrenamientos.
      Puede ser muy importante establecer, a principio de la temporada, una serie de condiciones y normas de equipo, más o menos consensuadas entre todos que nos ayuden a establecer una serie de expectativas para la temporada, lograr un mejor clima de equipo al delimitar las relaciones entre ellos y de cada uno con el entrenador; además, se pueden incluir aspectos cotidianos (asistencia, puntualidad, hábitos de tabaco y alcohol, etc.) pudiendo decidir también los castigos a aplicar en caso de transgresión de las normas (que al haberse decidido "democráticamente" será más fácil de sancionar). Es positivo que los jugadores tomen decisiones en algunos temas concernientes al equipo.
      Sobre todo en iniciación es importante que todo el equipo juegue en los partidos, y que el entrenador refleje allí la acti­tud y sacrificio en entrenamientos, comportamiento, además, deben hacerse efectivos algunos de los castigos restando minutos de juego, etc.
      No exigir más de lo que el jugador puede dar; adaptando las actividades a los jugadores, no a la inversa, animando los esfuerzos y el progreso, no sólo exigiendo resultados Se debe crear un clima de autoconfianza.
      Es importante que la actividad resulte grata para los jugadores, no siendo incompatible con la exigencia y el esfuerzo
Es interesante implantar un programa de establecimiento de objetivos que pueden ser tanto a corto como a largo plazo, diferenciando unos objetivos deportivos (técnico, táctico, mejora de la condición física, etc.), y otros objetivos educati­vos (hábitos y actitudes, como son los aspectos higiénicos, puntualidad, asistencia, actitud ante compañeros en entrena­mientos, comportamiento en los partidos ante el árbitro y los adversarios, saber ganar y perder, etc.). De esta forma, el jugador sabe lo que esperamos de él, pudiendo poco a poco ir adquiriendo una serie de compromisos individuales y grupales. Un trato individualizado, aunque sin paternalismos, ayuda a crear un clima de confianza y motivación importante, a saber a quién respetar y obedecer, y a la vez saber esperar críticas y elogios.
Es de gran ayuda, también, en equipos de iniciación, tener en cuenta de alguna forma un breve programa do asesoramiento a los padres en el que además de informarles sobre los objetivos de la competición infantil, podemos advertirles de cómo pueden contribuir a mejorar el proceso deportivo, aceptando el papel del entrenador, orientando sus comentarios y comportamientos hacia la motivación y mejora, no hacia el resultado y la competición, y que al igual que el entrenador van a ser para sus hijos un modelo por lo que debemos practicar con el ejemplo (por ejemplo, no perder los nervios en los par­tidos con el árbitro o los adversarios, etc. ).
El carácter competitivo que asociemos a los ejercicios y entrenamientos es importante, utilizando métodos competitivos po­dremos educar hacia esta dirección, y se podrán desarrollar las cualidades competitivas de los jugadores (coraje, valentía, sa­crificio, habitas de trabajo, agresividad, luchar por los intereses sin bajar la moral, disciplina y autodisciplina, etc. ), aspecto que será importante a largo plazo, por b que debemos darle la orientación justa y correcta en cada etapa, no olvidando que debe reducirse la importancia del resultado como criterio de éxito o fracaso o favor de los objetivos de ejecución.

Jaume Cruz